lunes, 14 de septiembre de 2009

TRADICIONES O DEVOCIONES

Este fin de semana han sido las fiestas en honor a la Virgen de los Liñares, que se celebran donde vivo. Son unas fiestas típicas gallegas, con sus bandas de música que acompañan a las procesiones que para los que no están acostumbrados a ver, le parece una cosa novedosa, y que además son unas fiestas muy familiares, adecuadas para reunir a la familia alrededor de la mesa, y pasar un día en familia, cuando se puede.

Sin embargo lo mas peculiar de la fiesta es el traslado de San Miguel de la parroquia hasta la ermita de la Virgen. Es una procesión de unos ochocientos metros mas o menos, y que va acompañado de una banda de música. Al llegar a un punto del recorrido (antigua estación del tranvía) hace un alto para esperar a otra banda y allí tocar unas piezas para continuar en procesión ahora las dos bandas hasta llegar a la ermita.

Hasta ahí todo bien. Lo curioso que mandaba la tradición era que desde hace muchos años, no podría especificar cuantos, a la imagen del diablo sobre el que pisa San Miguel le colocaban un cigarrillo encendido. Empezó parece ser el párroco de tiempo atrás D. Fulgencio, siguiendo los demás curas, o sacristanes, da igual, hasta que llegó el actual párroco, que la tradición no le parecía muy adecuada y empezó por no permitirla, tapando incluso con silicona la boca del demonio y montando números en el momento de la colocación del cigarro. Tuvo al final que ceder muy a su pesar, ya que la confrontación vecinal era superior. Era tal la situación que se montaba que mucha gente iba a la estación en el momento del cigarro para ver que ocurría ese año, ya que sería la comidilla del año siguiente.

Si embargo este año, no ocurrió nada. No hubo cigarro, no hubo confrontación ni nada que no fuera una mera fiesta de bajada de San Miguel, con su música, ni siquiera hubo cohetes que anunciaran la salida de la procesión, y es que parece que quedó, como descafeinada diría yo.
Todos esperábamos que hubiera algún atrevido que desafiara al cura que se puso al lado de la imagen y los valientes de otros años ya no tan arropados por los que no querían enfrentamientos, no se atrevieron.

Y es que las cosas, aunque sean tradiciones, si se dejan correr, vuelven a su cauce. Quizá algún día, con otro párroco, si no le parece mal hasta incluso puede que sea él quien vuelva a instaurar la tradición y volvamos a ver al diablo con su cigarro, si es que la ley no le ha prohibido fumar en su lugar de trabajo.