viernes, 9 de febrero de 2018

EL ANGEL PERDIDO



Javier Sierra nos sumerge con este thriller en un mundo de historia, magia, tecnologías ancestrales y ciencia de vanguardia bien documentado sobre todo en la mitología y hechos científicos pero con errores geográficos de la geografía española.
La trama desde el principio tenía buena pinta, comenzaba en Santiago de Compostela pasando por Noia hasta Turquía pero, a medida  avanzas en la lectura, te das cuenta de que el argumento resulta demasiado rocambolesco y poco creíble con personajes que no aportan nada, que sobran y con fantasías e inexactitudes. El "Sirena de Lalín" difícilmente podía ir cargado de lampreas y bacalaos por las costas gallegas. La lamprea es un pescado de rio y el bacalao se pesca en el Norte del Atlántico. Dice que el Sirena de Lalín estaba averiado a tres millas de Noia, frente a la costa viguesa. Entre la Ría de Noia y la de Vigo, están las Rias de Villagarcía y la de Pontevedra, a varias horas de distancia en barco.
Todo empieza en la Catedral de Santiago de Compostela cuando Julia Álvarez se encuentra trabajando en la restauración del Pórtico de la Gloria. Un extraño irrumpe en el templo y se dirige a ella en una lengua desconocida, pero un tiroteo frustrará su encuentro y el intruso huirá. El hombre que ha disparado se presenta entonces a Julia como un agente de la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos que ha sido enviado a España para esclarecer el secuestro de su marido, Martín, desaparecido cerca de la frontera entre Turquía e Irán. Allí mismo le advertirá que también su vida corre peligro.
Durante las horas siguientes, Julia se verá envuelta en la búsqueda de dos antiguas piedras que al parecer son permiten el contacto con seres sobrenaturales y por las que están interesados desde una secta oriental hasta el presidente de los Estados Unidos y que son la clave para rescatar a su esposo. Son dos minerales únicos, llamados adamantas, que pertenecieron a un matemático y astrólogo de la corte de Isabel I de Inglaterra que dedicó buena parte de su vida a investigar las posibilidades de comunicarse con los ángeles, y que Julia y Martin recibieron como regalo de boda cinco años atrás. En medio de esta lucha internacional por hacerse con su control, Julia Álvarez irá comprendiendo aspectos de la personalidad de su marido que hasta ahora desconocía y que podrían determinar el destino de la humanidad.
Desde Santiago se iniciará un vertiginoso viaje que conducirá a Julia de una pista a otra, sorteando peligros y descifrando mensajes ocultos en marcas de cantería, lápidas legendarias y cábalas fonéticas, que se entremezclarán con mitos y creencias tan antiguas como el Diluvio Universal. Esta aventura culminará en lo alto del monte Ararat, arrastrando a Julia a una trampa urdida por aquellos en quienes más confiaba y que la obligará a enfrentarse a aquello que más teme.


lunes, 5 de febrero de 2018

HISTORIA DE LAS COSAS

EL COLGANTE
Él se llamaba Matías y ella Luisa. Fueron a la feria medieval de Caminha en Portugal  y en un puesto de antigüedades Matías le compró un colgante como regalo de aniversario, pues en fechas próximas estarían de celebración.  No era gran cosa, porque la economía no estaba para muchos gastos. Se trataba de un gran cristal a modo de óvalo muy transparente engarzado en un arco de metal dorado y una argolla plana color plateado con cristales pequeñitos a modo de imitación de diamantes.  Sintió la necesidad de ponérselo.  Comieron en uno de los muchos puestos de comidas y siguieron paseando por la feria. Al pasar por uno de esos puestos en los que leen las manos y te echan las cartas, el adivino se quedó mirando el colgante y llamó. Tomó las manos de Luisa y le dijo: “Este colgante te acompañará toda tu vida, que será corta y después acompañará  a tu marido hasta que él vuelva encontrarte durante un eclipse de luna llena”. Se asustaron, pero al cabo de un rato, comenzaron a reír porque a fin de cuentas ellos no creían en esas cosas.
Pasaron unos meses desde aquello, cuando Luisa enfermó.  Le dieron pocas esperanzas. Tenía una enfermedad terminal. Poco a poco fue apagándose y tres meses más tarde, falleció.
Matías recordó entonces las palabras del adivino portugués, y al mirar el colgante que llevaba Luisa, observó atónito como la piedra que era transparente se había vuelto opaca. Era como si el alma de Luisa hubiera pasado al cristal. Lo recogió y lo guardó durante el resto de su vida porque sentía en el la  presencia de Luisa.

Cuando falleció Matías, sus herederos se desprendieron del colgante y por las cosas del azar este cristal llegó a mis manos y su historia. El cristal sigue opaco, lo que quiere decir que Matías no ha encontrado a Luisa y que durante los eclipses el colgante estaba oculto y no veía la luz de la luna. Yo, que tampoco me creo esas historias,  por si acaso, cuando haya eclipse de luna llena la pondré a la luz de la luna, para que el alma de Luisa pueda reunirse con Matías por siempre.