EL COLGANTE
Él se llamaba Matías y ella Luisa.
Fueron a la feria medieval de Caminha en Portugal y en un puesto de antigüedades Matías le
compró un colgante como regalo de aniversario, pues en fechas próximas estarían
de celebración. No era gran cosa, porque
la economía no estaba para muchos gastos. Se trataba de un gran cristal a modo
de óvalo muy transparente engarzado en un arco de metal dorado y una argolla
plana color plateado con cristales pequeñitos a modo de imitación de diamantes.
Sintió la necesidad de ponérselo. Comieron en uno de los muchos puestos de
comidas y siguieron paseando por la feria. Al pasar por uno de esos puestos en
los que leen las manos y te echan las cartas, el adivino se quedó mirando el
colgante y llamó. Tomó las manos de Luisa y le dijo: “Este colgante te
acompañará toda tu vida, que será corta y después acompañará a tu marido hasta que él vuelva encontrarte durante
un eclipse de luna llena”. Se asustaron, pero al cabo de un rato, comenzaron a reír
porque a fin de cuentas ellos no creían en esas cosas.
Pasaron unos meses desde aquello,
cuando Luisa enfermó. Le dieron pocas
esperanzas. Tenía una enfermedad terminal. Poco a poco fue apagándose y tres
meses más tarde, falleció.
Matías recordó entonces las
palabras del adivino portugués, y al mirar el colgante que llevaba Luisa, observó
atónito como la piedra que era transparente se había vuelto opaca. Era como si
el alma de Luisa hubiera pasado al cristal. Lo recogió y lo guardó durante el
resto de su vida porque sentía en el la
presencia de Luisa.
Cuando falleció Matías, sus
herederos se desprendieron del colgante y por las cosas del azar este cristal
llegó a mis manos y su historia. El cristal sigue opaco, lo que quiere decir
que Matías no ha encontrado a Luisa y que durante los eclipses el colgante
estaba oculto y no veía la luz de la luna. Yo, que tampoco me creo esas
historias, por si acaso, cuando haya
eclipse de luna llena la pondré a la luz de la luna, para que el alma de Luisa
pueda reunirse con Matías por siempre.
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