jueves, 2 de julio de 2009

CUMPLIR LOS CINCUENTA Y DOS

Hoy no es un día cualquiera. Hace cincuenta y dos primaveras que vi la luz de este maravilloso mundo. Hoy no me acuerdo de ese gran día (era muy pequeño), pero seguro que alguien si se acuerda, mi padre, que a sus ochenta y pico de años tiene esa facultad de acordarse de hijos, nietos y demás familiares y que contadas veces se le ha pasado esa llamada para felicitarme.

¿Que se siente cuando llega un momento así? Como diría Plinio, nostalgia. ¿De qué? De todo y de nada, nostalgia de haber sido y de no haber sido, de haber hecho y de dejar de hacer, de tantas y tantas cosas, de toda una vida vivida y por vivir. Y no es que me moleste cumplir años, todo lo contrario. Según dijo García Márquez, "la vida no es lo que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla", y la verdad que recuerdos muchos, y si algo me han enseñado estos años es que la vida hay que vivirla siempre, que siempre nos queda una vida por delante, seguramente buena.
Todo momento de la vida tiene su forma y su valor. Cuando uno es joven (siempre se es joven) de edad, nos comemos el mundo, no tenemos miedo a nada (tampoco tenemos nada que perder), vemos las cosas desde perspectivas donde nada parece que va a ocurrirnos. Lástima que muchos no puedan recordarlo. A medida que la rueda de la vida circula a través de carreteras unas veces recién asfaltadas, otras por malas, vamos adquiriendo esa experiencia para hacernos ver que las cosas no siempre son como las veíamos antes, nos vamos haciendo mas conservadores, será que entonces tenemos algo que conservar (familia, casa, etc), generalmente no estamos solos, tenemos algo por lo que luchar, algo que realmente es nuestro y que debemos proteger, aunque muchas veces el valor protegido no se de cuenta de ello.


Cuando se llega a los cincuenta y dos, se llega y ya está, no pasa nada. Simplemente se ha vivido un poco mas, con un recuerdo mas para contar.



Va por mi padre.

lunes, 29 de junio de 2009

EDUCADORES O EDUCADORES

Posiblemente hayan pasado cuarenta años entre las dos imágenes de las viñetas, pero no paro de pensar en cuanta vedad encierran, y es que hace cuarenta años los profesores tenían su autoridad y hoy la autoestima del profesor ha caído tan bajo y que además las leyes no los defienden (son los malos de la película) eso unido al exagerado proteccionismo de los padres, han llegado a que la tasa de bajas por depresión de éste colectivo se haya multiplicado por, posiblemente, cien.
Cuando la culpa de recae en el educador, y los padres felicitan a sus hijos por sus malas notas o por su mal comportamiento algo falla.
En mis tiempos, cuando el maestro te sacudía, y doy fe que lo hacía, no se podía comentar en casa, porque la respuesta era siempre la misma, "algo harías", amen de recibir por partida doble.
No digo que aquellos tiempos fueran mejores, pero cuando veo en los medios de comunicación que tal o cual profesor ha sufrido en sus carnes las agresiones de los alumnos, cuando leo que algún padre le ha pegado al profesor de su hijo porque simplemente lo ha echado de clase por mal comportamiento, cuando veo la falta de respeto que se tiene a los que en definitiva te están educando, no veo menos de ponerme en la piel de estos sufridores profesores y unirme a ellos.
¿Dónde queda el lema "Aprende con humildad, enseña con caridad "?
Quizá en el despacho de los pedagogos, esas personas que ayudan ¿a qué?
Ese debe ser el gran misterio.
Un profesor mio siempre decía "yo me conformo con que el esfuerzo que he tenido de venir y dar mi clase, haya servido para que al menos hayáis aprendido algo", había otro que también decía que "no hay mejor regalo que el que te enseña algo de forma gratuita, y siempre es mejor un profesor que un libro por tu cuenta".
Va por ellos, los que educan con caridad