lunes, 13 de julio de 2009

LAS ANCLAS EL PASADO

Cuando un barco echa el ancla, busca un buen fondeadero donde pueda permanecer inmóvil ante los avatares del tiempo y de la mar. Cuando leva el ancla, lo hace para buscar nuevos horizontes y nuevas metas que alcanzar.
Hace un par de días estuve con uno de esos ex-compañeros que se han quedado anclados en el pasado. Ya está retirado, pero su mente y su forma de actuar sigue siendo la de hace muchos años atrás, la preponderancia y el creer que se es, cuando en realidad es un pobre diablo desagradable al que todo el mundo temía y no respetaba y del que todos o la gran mayoría huye y gira la cara o cambia de acera para no encontrarse con él. Sin embargo sigue pensando que cuando estaba en activo era buena persona, que todos lo respetaban y que hasta algunos lo adoraban. Pero la realidad es que fue un cabrón de mucho cuidado, que nadie lo quería y que ha dejado un mal recuerdo en todos los que lo conocieron, aunque se vanaglorie de tener ¿cuántos? ¿cuatro amigos?. Piensa que gracias a él somos muchos de mis compañeros lo que somos, cuando en realidad él sería el peor ejemplo a tomar.
Sigue anclado en el pasado, es una persona sin horizontes y sin futuro, viendo pasar las mareas y los temporales desde su fondeadero, y sin vida, pensando solamente que sigue navegando por este mar de la vida, porque su barco se mueve, cuando en realidad son las olas que lo mecen en el mismo sitio en el que se quedó anclado.
“Si yo estuviera” -dice, “te harías el harakiri” -le digo y es que las cosas no son como antes, ahora hay nuevas leyes, nuevas formas de trabajar y nuevas maneras de entender el trabajo, otras formas de compañerismo, donde prima mas el respeto que el miedo.
Yo cuando me retire pienso que quiero que me recuerden como la persona que soy, con mis defectos, y si algo estoy completamente seguro es que solo te van a juzgar por las cosas malas, las buenas no se juzgan. Espero que mi barco no se quede fondeado, sino que busque nuevos horizontes cada mañana, porque esa es la única manera de sentirse vivo cada día.


Hasta que llegue el día en que el viento deje de soplar.