Como
cada año por estas fechas en la festividad de la Virgen de los Liñares se
cumple la tradición de bajar a San Miguel, patrono de la parroquia a la capilla
de la Virgen, separadas un kilómetro más o menos. Ya había comentado en otra
entrada que es “tradición” ponerle un cigarro al demonio que pisa San Miguel
mientras se hace un descanso y se incorpora una segunda banda de música, lo que
ha generado mucha polémica durante unos años atrás, dado que al párroco no le
gustaba, por lo que cada año era más la expectación por ver lo que pasaba. Estos
últimos años la enfermedad del párroco le impedía acompañar a la imagen de San
Miguel, por lo que los del cigarro disfrutaban ya que no había nadie que se lo
impidiese. El año pasado falleció. La suerte (o el obispado) quiso que nos mandaran
pronto un párroco nuevo, por tanto nueva forma de pensar, nuevas formas de
hacer y de trabajar.
Como era su primera fiesta de La Virgen en la parroquia,
quiso saber qué cosas se hacían y cómo se hacían. Cuando le comenté lo de
historia del cigarro y de la polémica que se formaba a su alrededor, concluyó: “PUES ESTE AÑO BAJA CON UN PURO Y SE LO PONGO
YO”.
Efectivamente, bajó San Miguel pisando al demonio con su
cigarro ya desde la iglesia (no llevaba puro) y cuando los de costumbre
quisieron llegar a ponerle el cigarro, se llevaron un chasco y se acabó la
polémica. Todo siguió según los cánones previstos, sin jaleo, sin aplausos y
sin tonterías.
Seguro que ahora cada año, al no haber problemática, irá menos
gente pero casi seguro que más personas.
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