El trasfondo de esta obra es el
camino de Santiago, tal cual era en aquella época, una aventura real (no
turismo de aventura que es en lo que se ha convertido en algunos casos ahora)
caminando por caminos despoblados, con salteadores y con apenas nada.
Era en muchos casos un camino de
expiación o un camino de búsqueda de la auténtica alma del viajero. Se juntan
así en este camino cuatro peregrinos.
En este caso, van a Compostela
cuatro adultos (fraile, comerciante, caballero de la orden de Santiago y viejo
clérigo) más un adolescente que aprende una lección de la vida.
Mientras van caminando, Blasco
Jiménez, el clérigo, comienza a contarles como parte de su expiación los muchos
pecados que ha cometido, comenzando su historia por la niñez cuando era un
pobre chico de una familia muy pobre, siempre en la calle buscándose la vida
para poder comer algo.
En contra de lo que suele ser
habitual en las novelas, en las que el protagonista es un ser integro, dotado
de una gran personalidad, Blasco es un ser complejo, capaz de lo mejor y de lo
peor. Su mal no es la cobardía, sino el amor a los goces de este mundo, que le
llevará en muchas ocasiones a traicionar las cosas que quiere y a perder lo que
tiene.
Intenta seguir los pasos y los
consejos de su mentor, pero con facilidad se deja aconsejar por aquellos que le
llevan al lado fácil y gozoso de la vida, como Absud el comerciante que frente
a la lucha le dice que el único tesoro que poseemos es la vida. “Vive y deja
vivir en paz”
Recogido de pequeño por Don
Bricio, es educado por él abrazando como su progenitor el sacerdocio y
siguiéndole en su ascenso eclesiástico. El deseo de Don Bricio es
gobernar una ciudad para ordenarla según Díos. Quería ver una ciudad en paz.
Ese era su sueño. En la obra de San Agustín descubrió que el único camino a la
paz era llegar a una sociedad perfectamente ordenada, en todas las cosas, pues
la paz es la tranquilidad del orden.
Esta posibilidad se cumple
en Plasencia, antes llamada Ambrosía, que significa cosa deleitosa del
espíritu. Plasencia es esta Placencia, cuyo significado es la que causa agrado,
la que place. El lema de su escudo es “Para que plazca a Dios y a los hombres”.
Todo ello ocurre bajo el reinado
del rey castellano Alfonso VIII. Como telón de fondo, el autor mete muchos
datos históricos y costumbristas de la alta edad media, batallas, disensiones
entre cristianos… Un puñado de páginas con noticias reales relativas a su
materia histórica remata el libro.
No son las ciudades, son sus
habitantes las que le dan su alma: EL ALMA DE LA CIUDAD.
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